martes, 14 de diciembre de 2010

Maternidades lésbicas, algunas preguntas básicas


Descarga aqui el cuadernillo elaborado por LESMADRES de Argentina.
haz click en la imagen para descargar el archivo pdf.
sitio web de lesmadres:

familias lésbicas - decidir es el derecho de todas (video)

algunas fotos de nuestro proyecto más reciente en video,
"familias lésbicas - decidir es el derecho de todas"
El estreno será en febrero de 2011.
familias lésbicas decidir es el derecho de todas
en entrevista con Mafer
familias lésbicas decidir es el derecho de todas
con Karina, Oriana y Mafer
familias lésbicas decidir es el derecho de todas
con las chicas del GLU
familias lésbicas decidir es el derecho de todas
en entrevista con LolKin y Judith
familias lésbicas decidir es el derecho de todas
en entrevista con Lupita y Rosamaría
familias lésbicas decidir es el derecho de todas
en entrevista con Ori
para ver más fotos:

sábado, 22 de agosto de 2009

Mamis lesbianas se reorganizan en Chile

fuente: http://www.rompiendoelsilencio.cl
Erika Montecinos, 5 Agosto 2009

Dos ex integrantes de la agrupación Las Otras Familias acaban de conformar el nuevo grupo “Madres Lesbianas Creando”, quienes tendrán su primera actividad con un ciclo de talleres en torno a la maternidad lesbiana. Mientras en la virtualidad, también se crean blogas orientadas a compartir la experiencia de ser madre con una orientación sexual diferente.

Después que desapareciera la agrupación Las Otras Familias, fundada por la historiadora Emma de Ramón y la jueza Karen Atala, después del fallo judicial que le quitó a sus hijas por su orientación sexual, muchas mamis que participaban de esa instancia se desarticularon.
Las Otras familias venía realizando mensualmente talleres en torno a la maternidad lésbica con el monitoreo de psicólogas y asistentes sociales; más de una veintena de mujeres se vio beneficiada de este proyecto hasta que terminó. Fue así entonces que dos ex integrantes de esos talleres se animaron y conformaron la nueva Madres Lesbianas Creando, quienes tendrán su primera actividad con un ciclo de talleres en torno a la maternidad lesbiana.

“Me enfrenté a esta situación hace años atrás, cuando mi primera pareja tenía una hija adolescente, ella vivía con miedo y verguenza, sin atreverse a decir la verdad, y yo era “la amiga”, que acompañaba a la mamá a todos lados. Pasó el tiempo y conocí la agrupación “Las Otras familias”, me relacioné con otras mujeres que vivían una situación similar, que construían vínculos de forma distinta, que tenían hijos, que compartían sus alegrías y preocupaciones, que estaban juntas”, cuenta Azul una de las mamis creando que convocan a estos talleres.
Indica que la experiencia fue tremendamente “potente y enriquecedora”, donde asistieron parejas, lesbianas con hijos y lesbianas a las que les inquietaba el tema de la maternidad.
“Fuimos profundizando en el autoconocimiento, en la apropiación y valoración de nuestra forma de vivir, en nuestras historias, los prejuicios heredados y las fortalezas que hemos desarrollado con el tiempo. Todas crecimos, todas valoramos positivamente la oportunidad de contar con un espacio de reflexión y apoyo mutuo. Algunas construimos amistades que perduran hasta hoy, nuestros hijos se conocieron y nos dimos cuenta que no estábamos solas”, cunetan.

Una óptica más de testimonio y compartir tiene en Blog “Bitácora“, perteneciente a Daniela y Valeria, una pareja lésbica que lleva dos años intentando tener un niño o niña por el método de la inseminación artificial.

“La idea es publicar nuestra historia para ayudar a otras parejas que esten en nuestra misma búsqueda. Durante años buscamos información en Chile sobre inseminación artificial, nunca encontramos nada. Las organizaciones lésbicas chilenas estan enfocadas a otras áreas, dejando en el olvido a una gran cantidad de lesbianas que desean ser madres y que se sienten solas en este proceso”, cuestionan desde su sitio.
Ambas han logrado crear una red de madres lesbianas que cubre Argentina y otros países de latinoamerica, incluso se han visitado en sus respectivos países y han intercambiado experiencias.

Para participar en los talleres de Madres Lesbianas Creando, las interesadas deben enviar sus datos e incribirse en el grupo de Facebook.
Los talleres son sin costos, pidiendo un aporte voluntario

miércoles, 22 de julio de 2009

Serie de fotos: Madres lesbianas/ lesbian Mothers

"Madres Lesbianas" es un un acercamiento a la homosexualidad femenina a través de la vida cotidiana de diez familias diferentes. Las imágenes de estas nuevas familias se manifiestan como el reflejo de un espejo de la familia tradicional, ayudando a deconstruir la idea patriarcal de la misma y rompiendo con los falsos mitos creados alrededor de la homosexualidad.

Enfocado con una visión intimista, respetuosa de las relaciones intrafamiliares, enseña a través de las imágenes ese devenir diario que caracteriza las vidas de todos los hombres y mujeres sea cual sea su condición sexual, su género o estado civil. Pero también refleja la situación en que se encuentran las madres lesbianas y su rol en el marco familiar, teniendo en cuenta la función social que tienen atribuida en las diferentes culturas.


El trabajo realizado en tres países diferentes como España, Holanda y Estados Unidos ayuda también a percibir un mejor entendimiento de la posición de la mujer en esas sociedades.La elección de estos tres paises, mas alla de estar basada en criterios geográficos, viene guiada por sus particularidades sociales y culturales.

ver el reportaje en flickr: http://www.flickr.com/photos/orianomada/sets/1429308/

Publicación en la revista EXIT: http://www.exitmedia.net/prueba/esp/articulo.ph%20p?id=162

You can download LESBIAN MOTHERS audiovisual (35Mb) http://www.sindominio.net/orianomada/lesbian_mothers

fuente y fotos: http://www.flickr.com/photos/orianomada/sets/1429308/

Maternidad lésbica: su exclusión en el discurso social y jurídico

Por Gaby Robledo

Definida desde un derecho heteropatriarcal, la institución “familia” ha excluido a las lesbianas, vulnerando su derecho a igualdad ante la ley. Sin embargo, la Relatora Especial de Naciones Unidas sobre Violencia contra la Mujer ha aportado: “no se debería definir la familia mediante una construcción nuclear, la de marido, mujer e hijos. La familia es el lugar donde las personas aprenden a cuidar y ser cuidadas, a confiar y a que se confíe en ellas, a nutrir a otras personas y a nutrirse de ellas. La ley debería proteger y privilegiar ese tipo de familia y no otro”. Ese debería ser el limite estatal, pero lejos está el derecho de una visión inclusiva, ya que la ideología patriacal y liberal informa que una familia formada por lesbianas e hijos, carece de existencia social y jurídica.

Veremos como esta concepción estatal traducida en acción política origina una situación de desprotección e ilegitimidad de las lesbianas y sus familias, incompatible con el reconocimiento de los derechos humanos, y la democracia participativa.

Derechos sexuales y reproductivos de las ciudadanas lesbianas
La sexualidad claramente no es un asunto “privado”, ya que el Estado vigila y regula la sexualidad, particularmente la femenina. La libre disposición del cuerpo y el reconocimiento al derecho al aborto, por ejemplo, son todavía una fundamental asignatura pendiente.
Según la Plataforma de Acción de la Cuarta Conferencia Mundial de la Mujer de Beijing, el elemento determinante de los derechos sexuales y reproductivos, como derechos humanos, es la posibilidad de las personas, de controlar y decidir sobre su sexualidad incluyendo la reproducción sin sufrir violencia ni discriminación.

Sin embargo, a las lesbianas que desean tener hijos, le son negadas las posibilidades técnicas y jurídicas. La fecundación asistida, la fecundación in vitro y la inseminación artificial, son posibilidades que quedan sujetas al “criterio” médico, ciertamente formado en base a prejuicios y posiciones patriarcales.

Con respecto a la adopción del hijo/a biológico de la compañera o la adopción conjunta, la prohibición es absoluta. En cuanto a la posibilidad de una adopción individual, se podría decir que la ley no impide adoptar a una lesbiana, pero ciertamente no la elegiría como adoptante. Y si una pareja de lesbianas decidiera a pesar de todo tener un hijo, la madre no biológica se encontrará con que la relación su hijo, no goza de la mínima protección, porque legalmente es irrelevante que lo ame, lo eduque, lo cuide, lo alimente y sea su madre toda su vida, su estatus seguirá siendo el de una “tercera” y no le será reconocido ningún vinculo social ni jurídico. Situación de hecho susceptible de dejar al niño o niña en el máximo desamparo y desprotección afectiva y económica de verificarse el caso de que la madre biológica fallezca o se ausente: será arrancado de su hogar para ser “colocado” con familiares sanguíneos o directamente una casa para huérfanos.
Es estrictamente cierto en lo que refiere al silencio. Hay silencio, hay invisibilidad, hay negación de la legitimidad en tanto seres humanos y en tanto familia. No hay noticias sensacionalistas, hay actos de crueldad que el derecho comete contra las niñas y niños que viven en familias lésbicas.

Derechos humanos
Los Derechos humanos se fundamentan por el reconocimiento de la dignidad de todas las personas sin discriminación por ningún motivo. Esa es su característica de universalidad.
Otra característica es la indivisibilidad, es decir que no se pueden reconocer unos si y otros no; por lo que no se puede obligar legítimamente a una lesbiana a renunciar o negociar algunos de sus derechos sexuales - como la opción sexual- para poder gozar otros derechos, como los de protección a la familia, seguridad social, vocación hereditaria etc.

¿Qué pasa con los derechos de las lesbianas?
Algunos de los derechos constitucionales que se les vulneran son: el derecho a igualdad ante la ley, a la protección integral de la familia, el derecho a beneficios familiares y a seguridad social, el derecho sucesorio, el derechos de nacionalidad, a la libre expresión, el derecho a no ser discriminada.
¿Que pasa con los derechos de los niños y niñas?
Los derechos humanos del niño consagrados en la Convención Internacional de Derechos del Niño, en el art. 2 le garantizan su derecho a la protección de la ley sin discriminación alguna por razones de filiación o cualquier otra condición del niño o sus padres, bajo el principio del “interés superior del niño”.

De todas maneras, pareciera subyacer ciertas sospechas, aún en los ámbitos mas “científicos”. Me refiero a la subsistencia de la construcción epistemológica que asocia normalidad con heterosexualidad. A muchas personas nos alegra la noticia de que un o una menor haya sido dada en custodia o haya sido otorgada la patria potestad a su mamá no biológica. Generalmente, estos fallos judiciales estén basado en la “normalidad” que presentan las hijas e hijos, entendiéndose como constitutiva de esta, su predominante tendencia heterosexual.
Sin embargo, nuestro derecho, a instancia de la iglesia católica, que en lo que va de este milenio no ha cesado de reforzar sus mordaces y patriarcales dogmas en contra de la mujer, parece no entenderlo así. Estos niños y niñas no están en el plan de Dios, como tampoco están sus madres. No están en los Códigos Civiles. No están en los álbumes de familia de las familias. Pero están. Sólo que no se los ha reconocido, protegido ni legitimado como hijos frente a sus madres ni frente a la sociedad.
Desde un punto de vista jurídico, la legalidad supranacional de los derechos humanos es el limite infranqueable del poder estatal. Estamos frente a unasituación de flagrante violación a los derechos de las personas por parte del Estado al no reconocer civilmente a las lesbianas y sus familias.

La igualdad como condición de ciudadanía
Las mujeres vienen reivindicando, como ya ha denunciado el feminismo, lo que los hombres reivindicaron para sí en la modernidad bajo un ilusorio velo de universalidad. Igualdad, libertad y fraternidad fueron las consignas de un proyecto de ciudadanía que excluía a la mitad de la humanidad. La igualdad como se sabe era tal entre fráteres, varones, burgueses, heterosexuales, no entre todos los seres humanos.
El feminismo es con toda certeza, el mayor movimiento emancipatorio de las mujeres, y el enarbolado en la modernidad con plena vigencia, de lucha por la igualdad y la autonomía de las mujeres y sus los logros han sido mayores, pero no totales. Aún se les niega a las lesbianas su estatus de ciudadanas por la interdicción al pleno ejercicio de sus derechos, principalmente el de existir, ni ellas ni sus familias.
La defensa de democracia, tan cara a nuestros países, implica su construcción colectiva fuera de los condicionamientos patriarcales heterosexistas que han escrito una historia donde las mujeres somos tan sólo un objeto, hoy, bajo la pretensión de un Estado atento a los derechos humanos, las lesbianas seguimos invisibilizadas. La tan esperada democracia se reflejará en la participación de todas las ciudadanas y ciudadanos en un pie de igualdad cívica dentro de sus diversidades.
Fuente:lafulana.org.ar

martes, 16 de diciembre de 2008

Maternidad lésbica: ¿Para Qué?

MATERNIDAD LÉSBICA: ¿PARA QUÉ?

Patricia Karina Vergara Sánchez
pakave@hotmail.com

“Mi cuerpo es mío... para abortar... para parir “. Era una frase de las Madres Lesbianas Feministas Autónomas en Argentina[1], que reivindicaban la maternidad lésbica como un ejercicio de apropiación del cuerpo y de los deseos lésbicos. Coincido: nuestro cuerpo, nuestra elección. Una maternidad ejercida no desde la inmanencia, no desde la obligación cultural, no desde la demanda biológica. Una maternidad deliberada, buscada y conseguida, ejercicio de libertad y amor hacia una misma, hacia la nueva o el nuevo ser convocada, como se convoca una maravilla.
Sin embargo, esta libertad idealizada líneas arriba, se torna una falacia cuando se mira en el entorno que el realizarla es mucho más que complejo. La posibilidad de la inseminación y otras formas de reproducción asistida son una fantasía para muchas. Como la mayoría de los aportes científicos a la humanidad, fue apropiada por la tiránica ley del mercado. Así, en América Latina, la lesbiana que tiene recursos, muchos recursos económicos, puede pagar y ejercer su derecho a la maternidad. Para las que no tenemos esos mismos recursos, se suma a la lista de libertades inalcanzables. La cuestión de clase, una vez más nos divide.

La legislación jurídica en contra de la discriminación y por el acceso a igualdad de oportunidades, que permitiría a lesbianas y mujeres solteras este servicio en forma pública y gratuita, es un clamor que apenas se levanta y que llevará muchas batallas hacer realidad.

Esta falta de acceso es una condena que pone en peligro a quienes buscan la maternidad lésbica pues si bien existen hombres donadores. Amigos, hermanos, conocidos, existe el riesgo de que posteriormente busquen imponer condiciones económicas, emocionales, físicas e incluso sexuales. Diversos tipos de chantajes a cambio del semen otorgado. La “caza” del semen que por desgracia todavía se practica, teniendo encuentros sexuales no protegidos, en busca de un embarazo, es una ruleta rusa que puede implicar Infecciones de Transmisión Sexual e incluso la muerte, y queda por discutir el sometimiento del ejercicio de la sexualidad como una capitulación en pro de la reproducción.

El poder de la ciencia al alcance de unas cuantas no es un accidente económico, es una realidad que implica responsabilidad. El hecho de que unas tengan acceso al privilegio y lo ejerzan sin antes exigir que la opción sea para todas las que lo deseen, es ya ser parte de la construcción opresora.

Aún más, hay mucho que trabajar en torno pues, incluso, las del privilegio económico llegan a ser maltratadas en los consultorios por especialistas que discriminan, que cuestionan, juzgan moralmente y llegan a negar el servicio.

Un segundo rango de la opresión por medio de la inseminación y otros métodos de reproducción asistida es la perpetuación de la discriminación racial. No más niños nuestros de grandes ojos negros y piel morena. Veo hoy, a lesbianas en mi país frecuentemente abriendo sus cuerpos al semen anglosajón. Lesbianas latinas pariendo niños rubios. Quien paga manda y ellas compran el que sus hijes han de responder a la idea de lo estético mediático impuesto.

He escuchado un comentario: “Ya sé que yo soy morena, pero quería que fuera como mi abuelo, que era alemán, para que fuera más aceptado

Otro: “Pues sí, compramos semen de un ruso, pero no es por el color de la piel, es sólo para que no sea tan bajito, sólo una ayuda a los genes”.

Pareciera que lo importante, desde algunas que hablan de la “diversidad” es ser lo más “iguales” al molde del poder.

Más allá de la forma en que engendramos a nuestros hijos, habría que preguntarse, también, esta maternidad para qué.

Qué tan distinta podría ser la nuestra a una maternidad heterosexual, si seremos constreñidas por la misma realidad que dicta sobre todas las mujeres que eligen ser madres y las que no eligen la maternidad, pero se someten a ella. Realidad de menor índice de acceso laboral y salarial a nuestro género, en donde existen guarderías insuficientes, falta de apoyos para madres heterosexuales o no, en pareja o no, en todas sus formas. Falta de redes de apoyo y lógica de competencia entre mujeres. Además, calles llenas de escaleras, hoyos e impedimentos para circular con embarazos avanzados, con niños o niñas en brazos o con carreolas, pasando por un entorno de inseguridad para los niños, acosos físicos, ideológicos y sexuales a nuestres adolescentes, horarios laborales inflexibles, hasta llegar a la injusta distribución de la riqueza que implica desigualdad y violencia en salud, educación y de calidad de vida para nosotras y para les nuestres.

Sumado a lo anterior, la maternidad lésbica se enfrenta a cuestionamientos, burlas, censura, atropellos, desprotección total a las madres por opción, agresiones, padres biológicos que pelean custodias, jueces que discriminan y señalan, vecinos, maestros de los hijos...hay innumerables casos, que es preciso no perder de vista, pues implican formas de violencia extras que se imponen a nuestra realidad.

En esta cuestión de lo visible, hoy existen lesbianas con innumerables blogs en el ciberespacio hablando de ese ejercicio de la maternidad, quienes cumplen una parte de esta función que puede mantener atenta la mirada. Aunque, por supuesto se trata de quienes tienen el acceso a las tecnologías de la información, de quienes, aún cuando se quejan de gastos y presiones económicas pueden publicar, tomadas con su cámara digital, fotografías de hermosas habitaciones decoradas en rosa y llenas de juguetes, la ropa de bebé en su espera de maternidad o el primer puchero, con muy escasa reflexión política. Sin embargo, hay otras formas de ser lesbianas y ser madres, que pasan a la inexistencia opacadas ¿negadas, desconocidas? por la lógica L World, como la de la mujer que es obrera y tiene salario mínimo, o la que trabaja en la recolección de la basura, o la que sólo tiene educación primaria, que parecieran maternidades no tan glamorosas, que no siempre tienen medios a su alcance para mostrarse, para encontrarse y por tanto no son nombradas.

Hay un común en las palabras de quienes sí son visibles. Madres lesbianas, las de los libros, las revistas y los blogs quienes cuentan de la dificultad para salir del closet con familias, de la educación de les niñes, de cómo conciliar con familias heterosexuales, de la pareja y el lugar en donde viven: la “aceptación social” como demanda principal.

¿Es así la maternidad lésbica? ha de tratarse de mamá y mamá, criando niñes y repitiendo el viejo y agotado modelo heterosexual, en busca de la aceptación social, de la normalización.

Esgrimir cifras en donde se expone que los hijos y las hijas de lesbianas pueden ser heterosexuales, según el estudio tal; que pueden ser eficientes en la escuela, que socializaran normalmente, que no serán tan diferentes:

¿Y qué, si no son heterosexuales; y qué, si son diferentes? ¿No es una trampa de hegemonización más?

Dar nietos, sobrinos, ahijados, Demostrar que no somos tan distintas, “familias como otras, familias modelo” Habría que preguntarse qué tanto responde este discurso a la mirada y aceptación de los otros. Cabría preguntarnos, en estas condiciones, ser madres, una y otra vez: por qué, para qué.

Hasta la propia palabra “familia” resultante del latín famulus: sirvientes, esclavos, patrimonio del amo, me causa conflictos. La familia, tal como la concibe el patriarcado, es indispensable como lugar de reproducción de las formas e ideologías en donde unos imponen sobre otras y éstas sobre los más pequeños; y se nos hace creer a todes que la imposición es la única forma posible de organización: en lo privado y en lo colectivo.

Así mismo, es el lugar en donde las mujeres con el trabajo doméstico no asalariado y las dobles jornadas, sostienen las economías del capitalismo; donde a los hombres se les ata en la venta de su fuerza de trabajo en el campo o en la ciudad; donde a les niñes se les prepara para ingresar a los mercados laborales.

Y entonces miro a mi alrededor a lesbianas valiosas afanadas en movimientos que buscan desesperadamente “derechos” que incluyan a nuestras “familias” en el discurso de la democracia neoliberal, que agotan sus energías y capacidades solicitando que nos reconozcan como parte del sistema opresor, olvidándose de cuestionar, justamente, el mismo sistema opresor.
Estos gastos de energía y trabajo, llevan a la consecución de un puesto político para alguien, a enfocarse en cumplir metas de instituciones gubernamentales con agendas que no siempre responden a nuestra realidad, o a logros civiles rasurados y Light, en el ejemplo de México, D.F., la Ley de Sociedad de Convivencia, que curiosamente, después de la batalla dada por participantes de las más diversas clases, sólo tiene sentido para quienes tienen privilegios económicos. ¿Es, de verdad el Estado neoliberal, ahora en nuestro país de extrema derecha, el interlocutor con quien tendríamos que negociar? Parece muy conveniente a este sistema tenernos ocupadas en luchas atomizadas, con estos logros a cuenta gotas.
Hace unos años las madres Lesbianas Feministas Autónomas de Argentina, escribían: “Hoy por hoy lo importante en todo caso sería tener bienes para dejar a nuestra compañera, antes que el derecho a herencia, tener trabajo para anotar a nuestra pareja en la obra social, poder darles una educación a nuestros/as hijos/as para preocuparnos cómo va a figurar nuestra pareja en la escuela.
Si bien los derechos civiles facilitarían algunas cosas, lo importante es el cambio cultural y social…”

Entonces, podemos comenzar a preguntarnos, qué tanto la maternidad lésbica se está acercando a significar formas de comercialización respecto a nuestros cuerpos, de consumo, de restricción de libertades, racismo, discriminación, reproducción y sujeción a roles, de clientelismo político en fin, muchos rostros de la misma opresión.

Yo no quiero ser madre lesbiana en este marco, ni dentro de los moldes de la maternidad impuesta. Ni siquiera ser madre buena, ni abnegada, ni hacer o dejar de hacer únicamente en el nombre y bienestar de les hijes. Sara García en las películas del cine mexicano de hace décadas ya lloró mucho la abnegación de las “cabecitas blancas”. No quiero una maternidad que signifique renuncias. De otra forma, de otro modo tendría que poder ser una maternidad lésbica.

¿Entonces, la maternidad lésbica puede ser gozosa, reivindicativa, deconstructora, propositiva, contestataria, incluso?

Y, si nos permitiéramos soñar e imagináramos, entonces, que otras técnicas, modos y construcciones pudieran haber, por ejemplo maternidades subversivas:

Recuperando la inseminación artesanal que practicaban lesbianas en los 60s y 70s, y algunas, por lo que sé, en Europa lo hacen todavía. Apelando a inseminaciones gratuitas o de bajo costo de organizaciones médicas solidarias. Llamando también a solidarios hombres de activismo y movimientos sociales que donaran, sin vínculo ni compromiso posterior, su semen para apoyar nuestro acceso a la libre maternidad.

Es decir, arrebatarle nuestra maternidad a la tiranía del mercado de la ciencia, al sistema de capitales que nos impiden decidir sobre nuestra posibilidad de concebir, de disponer sobre nuestros cuerpos.

Libertad lésbica para engendrar, tan importante como el acceso al aborto lo es para las heterosexuales.

Y, una vez teniendo la posibilidad real de ejercer la maternidad a nuestro alcance, sin la trampa de la fantasía del “algún día” condicionado por las legislaciones, lo económico y las presiones sociales, entonces: Poder decir: Sí, o poder decir: No a la maternidad. En un acto de decisión, de verdadera elección sobre nuestros cuerpos y sobre nuestras vidas.

Más allá del mero acto de concepción: Negarnos a establecer copias de las organización clásica heterosexual y jugar a la normalización “familiar” en donde se perpetúa y se prepara para insertar a nuestres hijes en la lógica de las jerarquías, la economía del consumo y la dominación de unes y otres.

Por ejemplo, preguntarnos si gestación y crianza tiene que estar obligatoriamente encadenadas. O, si pueden ser acuerdos distintos entre dos o varias mujeres. Por ejemplo, crear redes de apoyo, cuidados y compañía en donde madres gestantes y no gestantes, jóvenes, bebés, niñes y mayores construyésemos otras formas organizativas, colectivas. Responsabilizarnos hasta del agua y la tierra, en una visión comprometida de lo que hacemos y enseñamos. Hablar de empatía a les niñes que criamos, hacerles sentir, comprender y considerar las necesidades específicas de quien se encuentra a su lado, humane, animal o planta.

Cuando no somos, ni vivimos, ni producimos, ni actuamos, ni pensamos bajo los roles de hombres y mujeres al servicio de la forma de vida antisolidaria y neoliberal, amenazamos en los hechos el sistema de producción. Además, con el peligro secundario de que pudiese cundir el ejemplo y que hombres y mujeres en general comiencen a preguntarse sobre estos roles y plantear otras formas de organizarse, no más familias tradicionales; organizarnos para la atención de niños y enfermos; organizaciones comunales, educativas, de producción, de explotación de recursos naturales, incluso otras formas del trabajo. Formas, propuestas, colectivas, horizontales no impositivas.

Las herramientas existen: el feminismo, las propuestas libertarias, rebeldes, contestatarias, las posturas críticas en general. Hasta podemos soñar un mundo de justicia social, económica y política, de salud, de equidad, de derecho al placer y de amor.

Sobre todas la cosas, apostemos por revivir la cualidad revolucionaria lésbica de la disidencia. Si Disentimos de la heterosexualidad obligada, de la monogamia impuesta, de los roles de género asignados, disintamos entonces, si la elegimos, de la maternidad tradicional. La propuesta va entonces porque politicemos esta maternidad, apropiarla: Voluntaria y transgresora.

¿Le entramos a dialogar?

[1] MADRES LESBIANAS FEMINISTAS AUTONOMAS. La lesbiandad del ser. http://www.geocities.com/rima_web/madrelesb.html

lunes, 17 de noviembre de 2008

Carta de una madre por opción

"Tu madre y yo iniciamos una vida juntas y estaban ustedes como regalo adicional a esa maravilla. No fueron fáciles esos primeros tiempos. Casi nadie hablaba entonces de maternidad lésbica. Hoy existen cientos de blogs en Internet, libros y hasta encuentros. Pero, hace años…no teníamos idea de cómo hacerle, ni certeza alguna. Apenas por intuición nos íbamos inventando"

Por Karina Vergara*

Una vez, leí, que existen hijos que son del útero, porque en ese sitio de la madre se formaron y existen otros, que son hijos gestados en el corazón de la madre, que los busca y se queda con ellos para criarles y amarles con ese corazón. Pues, bueno, tú no te formaste en el útero mió, pero tampoco te busqué, ni te deseaba, ni me imaginaba la vida a tu lado y sin embargo, eres hija de mi corazón, hija a quien amo.

Las madres lesbianas usamos el termino madre por opción. En este caso, yo no estaba segura de querer nombrarme así ¿Cuál opción? Yo ya estaba enamorada y venías como regalo extra, incluida en el paquete de una relación con tu madre.

Después comprendí, fuiste hija mía porque tuve la opción de nombrarte hija, porqué tomé la elección de abrazarte, de quererte, de cuidarte, de sentirme profundamente comprometida contigo. De compartirte con la hija de mi sangre y de mi amor que yo ya tenía y nombrarte su hermana. Así, sin saberlo, tal vez hasta sin quererlo, te convertiste en hija de esta madre lesbiana.

Tenías ocho años y eras lista, juguetona y berrinchuda. Todo al mismo tiempo. Las mejillas redondas y brillantes, los ojos color miel y muy inteligentes, el cabello castaño y cortado en la melenita que suelen llevar las niñas traviesas. Siempre con un muñeco de peluche en tus brazos, el suéter atado a la cintura y la pancita de niña comelona que eras. Te convertiste en otra hija, con todo el trabajo que eso implica. A mi hija amada, una bebé de tres años, tú la adoptaste de juguete y le hacías toda clase de maldades. Supuse que estaba bien, que así aprenderían a quererse.

Tu madre y yo iniciamos una vida juntas y estaban ustedes como regalo adicional a esa maravilla. No fueron fáciles esos primeros tiempos. Casi nadie hablaba entonces de maternidad lésbica. Hoy existen cientos de blogs en Internet, libros y hasta encuentros. Pero, hace años…no teníamos idea de cómo hacerle, ni certeza alguna. Apenas por intuición nos íbamos inventando. Luego, unir a dos madres lesbianas ya con hijas y constituir una familia. Era armarse para luchar con los dragones de la cueva y con los que habitaban fuera de la cueva. Ella trabajaba tiempo completo, yo la mitad del tiempo. Fui la que tenía el privilegio de mirarlas crecer cada día.

Te preparaba la sopa que te gustaba, me peleaba con la pequeña a quien no le gustaba comer y reíamos y creo que fuimos felices. Cuando salía yo con mis dos hijas, a veces, me sentía como mareada. Corrían, gritaban, jugaban, gritaban, brincaban, gritaban, hablaban, gritaban. Hacían ruido como si fuesen doscientas. Una comía por tres y la otra se negaba a abrir la boca durante horas.

Yo estaba acostumbrada a la tranquilidad, viviendo antes con la pequeña, casi siempre solas. Me costó reponerme del susto, era agotador cuidar de las dos juntas, parecían un torbellino girando por todas partes, dejaban dulces, juguetes, pedían un elote, luego querían helado, pero una tenía tos. ¡Las chamarras, las bufandas, los guantes! Una caída ¡¡¡Buuuuaaaaaaa!!!!, Los cabellos de punta. Un algodón de azúcar, Un globo. Una quería pollo, la otra hamburguesa, un cuento, pero mejor una canción... un huracán que hacía girar mis sentidos y mis sentimientos alrededor de ustedes.

Mi hora favorita era en la mañana, demasiado temprano, cuando apenas podía medio abrir los ojos y ni siquiera tenía fuerza para gruñir, dos entes en pijama rodeaban la cama impidiendo toda escapatoria. Atacaban con besos, juegos, exigencias. Me gustaba tanto, me sentía llena de hijas. Era maravilloso y a la vez Espeluznante.

No fue fácil adaptarnos. El caos completo, platos sucios por lavar, los uniformes, las escuelas, los gritos, juegos y peleas de las niñas. Niñas consentidas que se peleaban en un duelo de princesas que a las madres dejaban descorazonadas, cansancio cotidiano, prisas, problemas económicos... Hacia afuera tampoco fue fácil. Lesbofóbia en los vecinos, lesbofóbia en algún amiguito. Siempre se trató de protegerlas, de darles diversas opciones. No siempre se logró, pero todas aprendimos.
Ustedes aprendieron que el mundo es como es y encontraron amigos, amigas, que les han querido mucho y les han acompañado. Yo creía que era posible ir educando a la gente y trataba de compartir mis convicciones, cuando lo cierto es que las mejores educadoras fueron ustedes. Dos niñas sanas y alegres que enseñaban que el amor hace posible el estar satisfecha cada día. Luego creciste, así, de pronto, y aunque la víbora esponjosa de juguete, llamada Lulú todavía dormía en tu cama, ya me estabas preguntando de anticonceptivos y de qué era la virginidad y de Enfermedades de Transmisión Sexual y ya te gustaba un niño y una niña y preguntabas de noviazgos y esas cosas.

Yo fingía hacer la cruz de los católicos y te decía “va de retro Satanás” y te reías y yo les enseñaba a ti y a tu hermana libros y hablábamos del derecho al placer y ustedes aprendían. Entraste a la secundaria y te pegó fuerte la adolescencia, te deprimías y para colmo la nueva escuela era un sitio violento como tantas otras escuelas de México. Tú llorabas, llorabas y tu madre parecía una gata fiera escuchando a su cachorra herida y desesperada, que no encontraba cómo lamer lo que te estaba lastimando.

Una de esas ocasiones de llanto, las dos fuimos a tu habitación y te acompañamos y te abrazamos y recuerdo que te dije que la diferencia entre nuestro hogar y otros hogares era que mientras a algunas jovenas se les reprimían los pensamientos, la acción, la independencia, la sexualidad y hasta las palabras; a ti no te ocurriría eso, que pasara lo que pasara siempre estaríamos contigo, que eso no quería decir que no nos enojaríamos o no te regañaríamos cuando fuese necesario, pero que siempre estaríamos a tu lado, que siempre te apoyaríamos.
No se trataba sólo de un asunto de maternidad, era un principio feminista, yo te reconocía mujer, mujer amada, y quería ser sororaria contigo. Te dormiste mecida, enorme beba de doce años, en los brazos de tu madre y yo te miraba y pensaba en cuánto te amábamos y en lo importante que era que superaras con bien esa etapa. Peleamos con los maestros opresores, nos hicimos cargo de tareas de colaboración en tu escuela para cumplir la palabra, para estar a tu lado, para que te sintieras protegida, afirmada.

Cumpliste trece años y te hicimos tu última fiesta de niña. Con juego inflable. Yo me recuerdo cocinando una cantidad interminable de tacos dorados y vinieron tus amigas y hubo pastel y te dieron muchos regalos. Lo único que no me gustó, fue el papel de amiga de tu madre, que me colgaste porque ya no estabas en edad de dar tantas explicaciones a tus invitados. Respeté tu elección y te abracé muy fuerte y me mordí los labios.
Un día, estábamos a punto de salir de casa. Yo me peinaba frente al espejo y tú tenías prisa por levantarte el flequillo raro con el que te peinabas en ese tiempo. Te colocaste a mi lado y de pronto descubriste algo en el espejo. Reíste a carcajadas y no podías creerlo y yo no podía creerlo. Ahora eras más alta que yo. Tú habías crecido mucho, o yo me había hecho más pequeña, o el mundo estaba cambiando. No podíamos explicarlo. Ese día, al cruzar la calle, tomé con una mano el brazo de tu hermana y traté de tomarte con la otra y tú me dijiste que ya sabías cruzar sola. Desde entonces, al ir por la calle, me tomabas de los hombros y eras tú la que guiaba el camino y yo me sentía tan orgullosa.

Un día se rompió la magia. Tu madre tenía una relación nueva, con una mujer 20 años más joven que ella y muy hermosa. Me pregunté mil veces qué había yo hecho mal, me pregunté cuándo había terminado ese amor y cómo yo no me había dado cuenta. Las amigas me consolaban diciendo que ella había entrado en la crisis de los cuarenta y yo me reía imaginándola, por pura maldad, como el estereotipo del hombre calvo y con gran barriga, comprando una motocicleta y chamarra de cuero para recuperar la juventud perdida Fue como un trueno que partió mi cielo y desató mi interior diluvio, lluvia funesta que todo lo disolvía. Nunca más quise saber de tu madre, quise arrancarme de la piel la traición que no entendía. Pero, no pude despedirme de ti, cuando menos darte un abrazo, una palabra cualquiera.

Yo perdí mi fe, mi certeza, perdía a mi compañera, pero también perdía a la hija que había criado por años, a la hija querida que mi corazón seguía amando. Sin derecho a reclamar nada respecto a ti, al tiempo y el amor invertidos en tu crianza, sin la hermana de mi hija, sin nada. Volví a saber de ti cuando tu madre pareció perder la cordura, cuando surgieron conflictos entre ambas. En los momentos de crisis, en los momentos de llanto llamabas y yo me desesperaba. No podía intervenir, no podía darte soluciones y no podía dejar de estar contigo. No sabía cómo evitar todo aquello. Después, un día cualquiera, iba yo por una calle y de pronto venía hacia mi una jovencita que sonreía, eras tú y habías crecido tanto, te veías segura andando sola y apropiándote del mundo. Me alegraba tanto.

Te abracé muy fuerte y prometí llamarte pronto. Pero no lo hice, dejé el contacto contigo pues me dolías mucho, me dolía extrañarte, me dolían los silencios en donde ambas evitábamos mencionar a tu madre, me dolía todo lo roto y no quería hacerte doler conmigo, pensé que era mejor estar lejos.

Yo me construí de nuevo, amé otra vez al lado de una mujer maravillosa que ha tenido la valentía de sostenerme cuando he llorado, de ser paciente, de dejarme lamer heridas y curar a mi ritmo. Que ha sido capaz volverme de poquito a poquito – y casi sin yo quererlo- loca de amor por ella, de sonreír, de aprender a dormir en sus brazos y ser feliz. Hice muchas cosas que me gustan en mi trabajo, me ocupé de cosas que tenía ganas de hacer, hace tiempo. Me alegre de la vida. Un día navegaba en Internet buscando información sobre la prehistoria para la tarea de tu hermana, y de pronto, en el mensajero, una mariposa de color azul solicitó charlar conmigo ¡Eras tú! Qué regalo más hermoso. Nos encontrábamos de cuando en cuando. Hablábamos de los gatos, de tus amigos y de tus amigas, de tus convicciones, de tus dudas y certezas. Saber cómo estabas, cómo ibas encontrándote y el acompañarte un poco me hacía tener un rato alegre esas tardes. Yo no mencioné este contacto a tu madre, porque realmente no quería tener ninguna interacción con ella. Tú, no lo creíste necesario o no sentías la confianza para ello. No lo sé. No la mencionábamos. Hace días recibí un mensaje de ella. Se ha enterado de que seguimos en contacto. Te ha hecho sentir traidora. Me dice que no soy buena para ti.

Hace poco, una amiga lesbiana me contaba, apasionada, lo hermoso que es ser madre por opción, que si amabas a tu compañera, por qué no aventurarse en la maravilla de ser madre de la hija, de criarla y adorarla. En mi caso, hoy, tendría algunas dudas en repetir esa experiencia. Nadie piensa en el final de una relación, pero si ocurre, en el papel vulnerable de las que somos madres por opción, cuando te arrebatan al hijo o a la hija que parecía ser tuya, algo se desgarra y no hay ley humana que te proteja, y no hay ética posible que te restituya lo que el egoísmo humano no es capaz de entender, lo que es capaz de destrozar. Alguien debería poner un anuncio que dijera: Cuidado, puedes criarla como si fuera tu hija, puedes quererla como si fuera tu hija, puedes darle vida como si fuera tu hija, pero en el momento decisivo: No es tu hija.

Tengo que respetar el reclamo de tu madre. No estaré más cerca de ti. Pero escribo estas líneas, pequeña, para que si un día las encuentras, sepas que te tiendo esta mano. Como te dije aquella vez: yo siempre estaré de tu lado. Aún cuando no exista un documento, ni un artículo constitucional que lo pueda decir, afirmar, aunque yo no tenga nada que exigir, aun cuando hoy no pueda ni usar las letras que forman tu nombre y no pueda estar junto a ti para acabar de verte construir, saber qué ha pasado con tu gato, verte salir con tu primer amor, seguirte cuando elijas tu profesión, invitarte un helado o, simplemente, verte reír una vez más, aun cuando todo eso no pueda ocurrir: Eres la hija de mi corazón y estas letras son para decirte: Amor pequeña, aquí estoy, si un día hace falta. No te olvido. Hija, Te quiero tanto.

* La autora es periodista mexicana y feminista pakave@hotmail.com